El lamento silencioso de la madre naturaleza

Un eco triste resuena, un lamento silencioso de la madre naturaleza. El gobierno, como el hombre en la antigua ilustración de Apeles Mestres, se alza como destructor de los bosques. Su hacha implacable corta los lazos que unen a la tierra y los árboles dejando en éstos cicatrices y profundas heridas. En la realidad, nuestros árboles no pueden huir de la insensibilidad y la ambición que amenaza su existencia. En este cuadro de la vida real, la armonía se desvanece, y el equilibrio se tambalea. Los árboles, como antiguos guardianes de la tierra, ansían nuestra mano amiga, pues en su generosidad hallamos el aliento mismo de la vida. Como testigos silenciosos de eras pasadas, ellos sostienen el mundo en su abrazo verde, mientras nosotros, agradecidos, recibimos sus dones. En esta danza eterna entre la naturaleza y nosotros, seres de carne y sueños, se teje un vínculo inquebrantable. Nuestra dependencia mutua es el hilo dorado que entrelaza nuestros destinos. Así como el árbol brinda sombra...