I
Las malagueñas miran a
los hombres
que arrastran su dolor de
olvido.
Hay un secreto que nada
oculta,
ellas aguardan pacientes su
desdicha.
Volverían al primer cuerpo
amado,
a escapar de quienes esperan.
Ahora están aquí y
deambulan.
No hay piedad para ellas,
los jaraneros sentencian:
“las condeno a ser
amadas”.
II
Encuentran mil espectros como
estrellas
de difuntos corales
extendidos.
Van y vienen las bocas,
las lenguas.
Nada saben los que cargan
sueños.
Es la comunión de los pobres,
de los que enamoran a las
hadas solitarias.
Sin palabras las estrellas
mueren,
ellas, las que se agotan en el
horizonte,
Nora Suárez
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