¿Existe Memo Cuevas en la vida real?

diciembre 12, 2015

El jazz bajo la manga
¡Ya viene el Festival JazzUV! / ¿Existe Memo Cuevas en la vida real?
Luis Barria



Como los Jones (Thad, trompetista; Elvin, baterista y Hank, pianista) y, más recientemente, los Marsalis (Ellis y sus cuatro hijos: Branford, Wynton, Delfeayo y Jason), los Heath constituyen una dinastía de jazzistas apegados a la línea más clara (iba a poner «a la línea más pura» pero el adjetivo es inadecuado para un género impuro) de la tradición. Percy, el contrabajista, trabajó junto a Miles Davis, Dizzy Gillespie, Charlie Parker, Wes Montgomery, Thelonious Monk y formó parte del Modern Jazz Quartet. Jimmy, el saxofonista, también fue sideman de Miles Davis, Kenny Dorham, Milt Jackson, Art Farmer y fue miembro de la orquesta de Gil Evans. Y el más pequeño de los tres, gran baterista y cortés, Albert "Tootie", pisó por primera vez los estudios de grabación en 1957 como integrante de la banda de John Coltrane; tras tan apabullante estreno, ha colaborado con J.J. Johnson, Wes Montgomery, Art Farmer, Benny Golson, Cedar Walton, Bobby Timmons, Kenny Drew, Sonny Rollins, Dexter Gordon, Johnny Griffin, Herbie Hancock y Nina Simone entre muchos otros. En 1975, los tres hermanos formaron el grupo Heath Brothers.

Tootie tiene, además, una gran experiencia como docente, actualmente imparte clases en el Taller de Jazz de Stanford. Estas dos característica, tener una carrera importante en la música y ser capaz de transmitir sus conocimientos a los estudiantes, fueron los puntos más importantes a considerar en la selección del elenco que se presentará en la séptima edición del Festival Internacional JazzUV que, tras el paréntesis del año pasado, volverá a asentarse en esta Nueva Orleans veracruzana entre los días 21 y 25 de octubre. Esta vez, el IVEC se suma a la anfitrionía.

En la rueda de prensa en la que se confirmó la grata noticia, Tim Mayer, experimentado saxofonista, docente de Berklee College of Music, actual docente de JazzUV y director artístico del festival comentó:

«Dado que este festival tiene varias funciones, varios propósitos, el desafío de elegir un elenco que cumpla con todo eso es como un rompecabezas porque, por un lado, tenemos la responsabilidad de elegir artistas que son capaces de dar las clases maestras a los alumnos, pero eso después del poder tocar a nivel mundial, y no son todos los artistas que tocan a ese nivel, y también el propósito de presentar un elenco multi generacional, de varios géneros también, para presentar una diversidad de estilos.

Elegimos el trío de Albert ‹Tootie› Heath y el grupo de Maraca y sus Latin Jazz All Stars como base del elenco».

Dos músicos jóvenes, el pianista Richard Sears y el contrabajista Martin Nevin completan el trío de Tootie Heat. Pese a su juventud, informó Mayer, estos músicos están entre los más buscados en Nueva York, una de las escenas jazzísticas más importantes del mundo.
Orlando Valle «Maraca» forma parte de una familia musical habanera. Desde los diez años toca la flauta; en 1988 se integró a la institución jazzística más importante de la isla, el grupo Irakere donde, además de interpretar su instrumento principal, se desempeñó como tecladista y arreglista.
Seis años después, en 1994, inició su carrera personal en la que ha hecho varias grabaciones exitosas y recibido algunos premios. Llegará a Xalapa con un grupo de verdaderas estrellas de esto que, aunque no haya sido la música preferida de Cicerón, Marco Tulio, Pompeyo o Trajano, llaman jazz latino. Steve Turre, Yasek Manzano, Mario Canonge, Jorge Reyes, Giovanni Hidalgo y Horacio «El Negro» Hernández harán hormiguear los pies de los escuchas y sembrarán en los estudiantes algunas plantas de caña de azúcar.

Agustín Bernal, Gerry López, Héctor Infanzón, la Orquesta Nacional de Jazz de México y la Escuela Superior de Música son los compatriotas convocados a los que se sumarán dos grupos de la Universidad Veracruzana, Orbis Tertius y Xalli Big Band. También estará presente el LaFaro Jazz Institute.

Todo cabe en un festival sabiéndolo acomodar, durante esos cuatro días habrá 36 actividades entre clases maestras, talleres, conciertos y jam sessions que se desarrollarán en tres sedes: la Casa del Lago, el Teatro del Estado y las instalaciones de JazzUV.

Jazz-taba allí
«Cuando la Universidad Veracruzana nació, el jazz ya estaba allí -dijo el improbable Memo Cuevas (adelante hablaremos del adjetivo)-.
«Esta música [el jazz], por alguna razón ha sido un virus, se han encontrado muchos anticuerpos y muchas defensas en todo el mundo pero la humanidad ha ido cediendo, se ha ido debilitando y el virus del jazz se ha ido multiplicando, se ha ido transformando (ya ven lo mañosos que son los virus en todos los aspectos de la biología y de la ecología) y entonces ha contagiado cada vez a más personas.
«La Universidad Veracruzana se ha adelantado a muchas otras instituciones para favorecer esta música, y esta mesa es solamente la continuación de un proyecto que parará hasta que pare el mundo y que, cuando despertemos, el jazz ya no esté allí»
Y ya que Memo aludió a Monterroso, recordémoslo:
«Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho»
Pero el jazz, a diferencia del Rayo, es un virus y, por ende, indeprimible así que seguirá cayendo, jamás callando.

* * *
¿Existe Memo Cuevas en la vida real?
Cuando llegué a la rueda de prensa, Memo Cuevas jazz-taba allí.
«Hasta donde alcanza mi memoria, que ya no alcanza mucho, allá por el año 63, casi recién inaugurado el Teatro del Estado, el primer grupo de jazz que, dentro de mi archivo, estuvo en Xalapa fue el trío 3.1416 de Juan José Calatayud, fue un acontecimiento inusitado porque el jazz era un acto irreverente en una sala recién estrenada, principalmente, para la Orquesta Sinfónica de Xalapa. De ahí nos podemos brincar hasta la presencia de un nombre como McCoy Tyner y otro nombre, y digo nada más nombres, como Jack DeJohnette; el equivalente sería, para los amantes de la ópera, haber tenido en Xalapa a Cecilia Bartoli; para los amantes del piano sería como haber tenido aquí a Daniel Barenboim o a Martha Argerich; para los amantes de la dirección de orquesta, como haber tenido a Claudio Abbado o, incluso, a Von Karajan en su momento o, para los amantes del futbol, como si Messi y Cristiano Ronaldo alinearan un día, en un juego de exhibición, con nuestros Tiburones Rojos en el Pirata Fuente», dijo entre otras cosas.

Tenía varios meses que no lo veía y esa mañana apareció como siempre, con una gran cantidad de información que distribuyó en comprimidos provistos de una capa entérica elaborada a base de ingenio y buen humor. En pocos minutos habló de jazz, de música clásica y de futbol. Cuando terminó su intervención el árbitro dio el ocarinazo final y, a manera de tiempos extra, sobrevino el desayuno.

Yo estaba sentado junto a Raciel Martínez; mientras degustábamos los sacrosantos alimentos que tan generosamente nos ofreció el Asadero 100, me recordó que nos conocimos en una comida que organizó una amiga común hacia finales del siglo pasado, la locación para el convivio fue el jardín de su casa en Briones. Había un número desmedido de mosquitos catárticos que zaherían cuanto fragmento de epidermis se topaban sin respetar edad, sexo ni posición social. Era un hecho inusitado, en esos tiempos los feroces insectos comenzaban a arribar a esta, entonces frígida, región. Ramón Gutiérrez estaba entre los comenzales y le hice ver que esos bichos habían sido importados por él y sus secuaces desde las mismísimas márgenes del Papaloapan, eran parte de su escenografía, de su atrezo.

Ese episodio lo recordaba, lo que había olvidado y Raciel me recordó, entre risas, es que cuando terminó la comida y comenzó el espectáculo de Son de Madera, agobiado por la andanada de lujuriosos insectos, tuve un momento de iluminación: descubrí que el zapateado jarocho no es producto de la tradición ni una fuerte herencia cultural ni ninguna de esas cosas, los bailadores brincan y brincan para espantarse los zancudos.

En eso estábamos cuando miré hacia la mesa de los presentadores y, ¡oh sorpresa!, Memo Cuevas ya no estaba allí.

Ignoro cuál es el antónimo de ubicuo, le dije, pero Memo posee ambas cualidades, la omnipresencia y la ausencia absoluta. Entre risas y comentarios diversos transcurrió el desayuno y Raciel se despidió.

Cuando volví a mirar la mesa principal, Memo Cuevas seguía ahí. Entonces me nació una duda que sigue persiguiéndome: ¿existe, de verdad, Memo Cuevas?

Cuando todo concluyó fui a saludarlo, salimos del lugar y nos fuimos a un café; platicamos alrededor de tres horas y nuestros senderos que se bifucaron.

Esa noche, en la intimidad de mi habitación, volví a preguntarme: ¿existe o es producto de la imaginación colectiva?, ¿nació o lo inventamos entre todos y propiciamos, a fuerza de sumar voluntades, sus apariciones casi fantasmales?

En esa duda estaba cuando se me ocurrió una idea casi perogrullesca, la respuesta debía estar en el cuento de Borges que, indubitablemente, dio origen al mito que conocemos como Memo Cuevas: Tlön, Uqbar, Orbis Tertius.

Cerca de mis libros no hay ningún espejo así que no debo a conjunción alguna el hallazgo de Ficciones, el libro de Borges que contiene ese texto del que, desde la primera lectura realizada en los años 80, se me quedó grabada un sentencia: Los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres.

También un neologismo me cautivó en aquella primera aproximación: lunecer. Cito: «El mundo para ellos [los habitantes de Tlön] no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial. No hay sustantivos en la conjetural Ursprache de Tlön (...): hay verbos impersonales, calificados por sufijos (o prefijos) monosilábicos de valor adverbial. Por ejemplo: no hay palabra que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duradero-fluir luneció»

(Duradero-fluir para evitar el adjetivo río es, por supuesto, brillante pero lunecer me parece más bello).

Cuando llegué a la parte que explica la filosofía idealista del hipotético planeta, entreví la verdad:
«Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente (1). Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o el reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la historia del universo -y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra, que el universo es comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que solo es verdad lo que sucede cada trescientas noches. Otra, que mientras dormimos aquí, estamos despiertos en otro lado y que casi cada hombre es dos hombres.»

Pensar en el jazz como un sistema de símbolos que produce un dios de segunda para entenderse con un demonio de primera es, quizá, aproximarse a la definición más precisa de esta música. Esta idea me vino de manera colateral pero no le di oportunidad de distraerme porque la respuesta a la pregunta fundamental empezaba a tomar forma: acaso Memo Cuevas es verdad solo cada trescientas noches.

«Entre las doctrinas de Tlön, ninguna ha merecido tanto escándalo como el materialismo», se lee más adelante y se narra el epidodio en el que un heresiarca, para demostrar la existencia del tiempo y la persistencia de los objetos en el espacio, propuso un razonamiento que fue calificado de sofisma:
«El martes, X atraviesa un camino desierto y pierde nueve monedas de cobre. El jueves, Y encuentra en el camino cuatro monedas, algo herrumbradas por la lluvia del miércoles. El viernes, Z descubre tres monedas en el camino. El viernes de mañana, X encuentra dos monedas en el corredor de su casa (...) Es absurdo (afirmaba) imaginar que cuatro de las monedas no han existido entre el martes y el jueves, tres entre el martes y la tarde del viernes, dos entre el martes y la madrugada del viernes. Es lógico pensar que han existido -siquiera de un modo secreto, de comprensión vedada a los hombres- en todos los momentos de esos tres plazos

¿Entonces sí existe Memo Cuevas siempre pero de un modo secreto, de comprensión vedada a nosotros, los mortales?
La osadía del hereje fue refutada de manera lúcida e impía. La falacia, razonaron, se sustentaba en la introducción de dos voces no autorizadas: Los verbos encontrar y perder que «presuponían la identidad de las nueve primeras monedas y de las últimas (...) Denunciaron la pérfida circunstancia algo herrumbradas por la lluvia del miércoles, que presupone lo que trata de demostrar: la persistencia de las cuatro monedas entre el jueves y el martes. Explicaron que una cosa es igualdad y otra identidad y formularon una especie de reductio ad absurdum, o sea el caso hipotético de nueve hombres que nueve sucesivas noches padecen un vivo dolor. ¿No sería ridículo -interrogaron- pretender que ese dolor es el mismo?»

Esto sucedio el viernes por la noche, cinco días después, cumpliendo lo convenido con Memo en el café, fui a la plática sobre música y literatura que imparte todos los miércoles en la USBI. Tras un largo y fatigoso periplo, di con él y no supe si era igualmente absurdo imaginar que ese hombre que veía era el mismo del que me había despedido el viernes al mediodía, como suponer que el último cigarro que me fumé la noche del viernes era el mismo que encendí el miércoles por la mañana.

«Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefiido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo presente (1)», vuelvo a citar este párrafo porque, al cerrarse, tiene una nota que arriba omití pero que ahora transcribo:
«(1) Russell (The analysis of mind, 1921, página 159) supone que el planeta ha sido creado hace pocos minutos, provisto de una humanidad que ‹recuerda› un pasado ilusorio»
Hasta este momento todo era confuso, no lograba elucidar si Memo Cuevas existe en la realidad o es una suerte de holograma que aparace y desaparece a conveniencia de una circunstancia que siempre está relacionada con la música; seguía ignorando si Memo es un señor de carne y hueso o un sueño colectivo del que participamos solo quienes queremos pertenecer a tal cofradía de soñantes. Como pude, derroté al insomnio, apagué el cigarro (¿el mismo que encendería cinco días después, tras el desayuno?) y me quedé dormido.

Entre laberintos y Cuevas
El miércoles siguiente, durante la plática, la nota sobre Russell cobró un inquietante sentido.

Cuando llegué, el único dato que tenía era que las pláticas se desarrollan en la USBI, no sabía exactamente dónde pero supuse que, trantándose de un personaje tan celebérrimo, no representaría ningún problema dar con él. Llegué a la biblioteca y me dirigí al par de vigilantes que flanquean el acceso como el bifronte Jano (cuadrifronte para Borges):
-Buenos días, ¿saben dónde es la plática del maestro Guillermo Cuevas?
-¿De qué trata?
-Es una plática sobre música
-Si es de eso, ha de ser en la Sala Tlacná
-No, me dijo que es aquí
-Tal vez sea en la sala audiovisual, vaya a ver allá
-¿Dónde queda?
-Mire, entre por ahí y pasando ese cubo, a la derecha, hay una escalera que baja, ahí es
-Muchas gracias

Seguí la ruta indicada y me encontré con un par de salas audiovisuales cerradas; adelante había una tercera que empezaba a ocuparse, me asomé e interrumpí la divertida charla de los tres técnicos que habitaban la cabina:
-Buenos días, disculpen, ¿saben si aquí va a ser la plática del maestro Guillermo Cuevas?
-¿Sobre qué es?
-Sobre música
-Ah, no, si es sobre música no es aquí, tal vez sea en la Sala Carlos Fuentes, regrese por la escalera y busque por allá (me señaló un rumbo)

Mientras caminaba confirmaba mi hipótesis, ¿cómo podía ser que estas personas no hubieran, al menos, escuchado tan prestigiado nombre? Solo podía haber una respuesta, Memo Cuevas existe solo para quienes queremos que sea verdadero.

Me metí en cuanto vericueto encontré, pregunté a cuanto sujeto hallé y la respuesta fue la misma: no, aquí no es.
Desilusionado volví sobre mis pasos y me dirigí a la primera persona a quien debí haber preguntado, el hombre de la recepción. Al fin estaba ante alguien informado que, de manera muy amable, me dio la instrucciones precisas para que pudiera llegar, sin contratiempos, al anhelado recinto:
-Mire, suba por esa escalera, dé vuelta en «U» para pasar por este puente, camine hasta el final y después gire hacia la izquierda, ahí está.

¿Gire hacia la izquierda?, ¿no será reclutador de Morena?, me preguntaba cuando ascendía por la escalera pero ese pensamiento se difuminó para dar paso a otro más trascendente: la biblioteca es un homenaje de Enrique Murillo, el arquitecto que la diseñó, a Dédalo, el constructor del laberinto de Creta; entonces cobró sentido un hecho que no había mencionado: tras la instrucción del recepcionista, se me acercó una mujer guapa y amable, me entregó una madeja de hilo y, sin que se lo preguntara, me dijo su nombre: -Soy Ariadna.

(Ahorá sé que sin ese hilo no estaría escribiendo esto, seguiría extraviado en ese océano de hojas impresas)
¿Dónde estará el Minotauro?, me preguntaba cuando recorría los intrincados caminos de esa versión del paraíso de Borges con la ilusión de ver a Dédalo y a su hijo Ícaro sobrevolar los libreros con sus alas enceradas. Estaba en esa búsqueda cuando tuve una visión igual de improbable pero más confortable; tras una inmensa vidriera estaba, de espaldas, Memo Cuevas.

Era una realidad innegable, estaba ahí, ante mis ojos pero debía encontrar la manera de trasladarme a la parte interior de la vitrina. Recordé las instrucciones de mi húesped, giré a la izquierda, después a la derecha, nuevamente a la derecha y arribé, victorioso, al umbral del salón.

La plática ya había comenzado, aunque quise ser discreto quedé frente al oficiante quien se vio impelido a hacer una breve pausa para invitarme a pasar. Me acomodé en una silla y encendí la grabadora.

Hasta entonces me enteré que esa mañana se hablaría de la novela Mozart de camino a Praga, de Eduard Mörike.

«Nuestro autor de estas sesiones, Eduard Mörike, nació en Ludwigsburg el 8 de septiembre de 1804 y murió en Stuttgart el 4 de junio de 1875. Es un autor de la época que, como todos saben, corresponde al llamado romanticismo en literatura, música y todas las artes que en Alemania tiene una importancia muy especial, tal vez las principales ideas de tipo estético y filosófico del romanticismo surgen en Alemania.

«Hay muchas maneras de hacer la descripción y la ennumeración de los hechos de la historia. A veces, bueno, no a veces, siempre tenemos que simplificar mucho todos los hechos de la historia; la historia, finalmente, es una gran simplificación de lo que todavía podemos llamar la realidad, ¿qué cosa es esto?, bueno, es meterse en una elucubración muy amplia, sobre todo cuando estamos frente a una obra que llamamos de ficción pero, como les digo, es una ficción que está íntimamente sacada de una biografía que suponemos que pasó.

«A mí todas estas cosas me inquietan, por ejemplo, un escritor y filósofo que vamos a mencionar de paso, Bertrand Russell, jugando dentro de los aspectos de la lógica, dice: ¿Cómo sabemos que existe el pasado?, ¿qué pruebas lógicas tenemos de su existencia?; la memoria individual, tal vez la memoria colectiva. La memoria individual puede ser una abstracción pero es una abstracción individual, la colectiva se vuelve una abstracción generalizada o, supuestamente, compartida por un grupo humano o por una nación o por una generación o por toda la humanidad pero ¿qué pasa ante un postulado como el que plantea Bertrand Russell que dice que este mundo, nuestra realidad, incluimos los Estados Unidos y Europa y todo lo que ustedes quieran, todo el jazz (esto lo dice dirigiéndose a mí) acaba de crearse? El mundo acaba de ser creado hace cinco minutos pero el creador ha proporcionado, a cada una de las mentes, la memoria de una historia que ya ocurrió, y está tan bien hecha que todos coincidimos en que Charlie Parker murió en 1955, ¿verdad Barria?; tu memoria coincide con la mía y con la de los que vinieron aquí a la sesiones de Julio Cortázar y El perseguidor.

«Esa idea a mí se me hace fascinante, van a decir que es pura especulación y que es pura literatura y que es pura ficción pero siempre, en los más grandes escritores y filósofos, y hasta teólogos si quieren ustedes (y por ahí Borges comparte algo de todo esto), se da esta situación de lo difícil que es llegar a definir en términos lógicos lo que llamamos realidad y lo que llamamos ficción»

Atribuir al azar la coincidencia es sobreestimarlo, estaba hablando justamente de lo que yo había leído unas noches antes y esto tenía que tener una relación causal. Russell y Borges aparecían en su discurso acaso como una pista para descifrar el enigma y llegar a la conclusión de que Memo Cuevas no existe, lo que sucede es que morimos cada noche y reencarnamos, en nosotros mismos, al despertar y en cada renacimiento matutino el creador nos dota de una memoria colectiva en la que el maestro Guillermo Cuevas es una verdad irrefutable.

La plática fue muy extensa y los pasajes de la novela fueron ilustrados con varios videos de la obra del genio austriaco: el primer movimiento de una sinfonía, un par de sonatas y el final de Las bodas de Fígaro subtitulado en español, algo que sé que escandaliza a los puristas pero que yo agradecí inmensamente porque de no ser así, sinceramente, la ópera me aburre (nada más no cuenten, por favor).

Al terminar saludé a Memo muy brevemente porque tenía un compromiso y se me hacía tarde. Todavía flotando entre los efluvios mozartianos y cuevanos tuve que enfrentar la cruenta realidad, el insoportable tráfico del Circuito Presidentes.

Desde entonces los días se suceden como siempre, maculados de rutina y cotidianeidad, pero en las noches del insomnio vuelve la duda como animal voraz que me circunda: ¿Existe, en realidad, Memo Cuevas o es una aparición onírica que llega, a veces invocada, a veces inopinadamente, a la consciencia de los cofrades de la secta de soñantes? ¿Es una blasfemia suponer la existencia de Memo Cuevas entre el mediodía de un viernes, cuando nos depedimos en un café, y la mañana del miércoles siguiente cuando volví a verlo frente a mí y lo escuché hablar como si fuera de carne y hueso?, ¿esa suposición es tan absurda como pensar que el último cigarro que me fumé el viernes en la noche es el mismo que encendí el miércoles en la mañana?

No tengo la respuesta y sigue atormentándome el final de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius: «... ya en las memorias un pasado ficticio ocupa el sitio de otro, del que nada sabemos con certidumbre -ni siquiera que es falso-.»

PD: No sé cuál de los dos escribe esta columna.

* * *
La sensualidad en su laberinto
Arriba mencioné, de manera oblicua, el mito griego del Laberinto de Creta.

Dédalo, arquitecto, artesano e inventor ateniense diseñó y construyó, por encargo del rey Minos, el famoso laberinto.

Para evitar que divulgara el secreto, fue apresado junto con su hijo Ícaro. Cuando planeó la fuga pensó en el recurso más obvio y fácil, construir un túnel pero se encontraba en una isla así que decidió salir por el aire.

Haciendo acopio de sus recursos imaginativos, se dio a la tarea de fabricar un par de pares de alas con plumas de varias aves que unió con cera de abejas.

Cuando estuvieron listos los dispositivos, entregó uno a su hijó con la advertencia de que no volara muy alto pues el calor del sol podía derretir la cera.

Entusiasmado, el vástago siguió las instrucciones pero pronto se engolosinó y fue elevándose cada vez más alto hasta que se cumplió la predicción de su padre, la cera se derritió, las alas se deshicieron, el imprudente cayó al mar y se ahogó.

El accidente ocurrió cerca de una pequeña isla que, en memoria del caído, Dédalo nombró Icaria.

Tengo una amiga muy guapa y sensual (cuyo nombre omito para ahorrarle el acoso multitudinario) que hace algún tiempo publicó una foto en Facebook en la que se ve especialmente seductora. Ante tan inquietante visión, no pude sino escribir un soneto.


Al lado de tu alada cabellera
solo se puede ser un ser alado
mas no un vulgar Pegaso disfrazado
sino el real vencedor de la Quimera.


En tu cuerpo de eterna primavera
su laberinto, Dédalo, ha trazado.
Solo una llave abre ese candado:
la urdimbre de los sueños con la cera.


Pero Ícaro, joven e imprudente,
desatendió las reglas de tu juego
y fue tras tu fulgor, voló impaciente


a conquistar el paraíso nuevo.
Habrá de sucumbir eternamente
consumido en las llamas de tu fuego.








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