—Rafael
Alcalá
—¿Rafa
Alcalá?, no me acuerdo
—Sí,
también estaba Rafael Alcalá, -dice Lucio Sánchez que me acompañó
a la entrevista que le hice a Cris Lobo hora y media antes del
concierto que organizó JazzUV para celebrar el Día Internacional
del Jazz
—Ahí
tocaste con Humberto León
—Y
con Alci [Rebolledo], que paz descanse, me dieron la noticia tan
brava ahora que vine, qué tristeza, tan joven
—Aleph
[Castañeda] también estuvo esa noche, —tercia Lucio
—Aleph,
también en paz descanse
—Y
Picos [Sergio Martínez], que también falleció
—¿Picos
falleció?
—Sí,
tocando en Teatro del Estado, —recuerda Lucio
—Cómo
creen, qué les pasa, oigan.
Recordábamos
La Primera Muestra Jazztronómica de Xalapa, un festival que
organizamos en Barlovento a finales del siglo pasado al que llegó, y
participó en una jam session, Cris Lobo que entonces se presentaba
como Cristóbal López.
—En
esa época todavía firmabas como Cristóbal López, ¿por qué
hiciste el cambio?
—En
la familia me dicen Cris Lobo, López viene del latín lupus que
quiere decir lobo entonces en mi familia, mis sobrinos y mis hermanos
me dicen Cris Lobo y dije, bueno, está más sencillo que Cristóbal
López que es larguísimo y ahora tengo no sé cuántos discos que
salen como Cris Lobo y la gente ya me conoce así. Ustedes se
acuerdan porque nos conocemos de años, pero mucha gente ya ni se
acuerda de Cristóbal López.
—Recuerdo
un disco muy bonito de esa época que grabaste con Enrique Nery.
—Ah,
pues ahí es el dúo Nery-López. En paz descanse Enrique, ¿sabes
que nos quedamos con las ganas de hacer el otro disco?, le decía oye
Enri (así le decía) vamos hacer el otro disco, pero ya vamos
hacerlo, -sí, tienes razón, vamos a hacerlo, -me decía pero no lo
hicimos, digo, en la vida ya se sabe que estas cosas pasan pero
afortunadamente quedó un testimonio que está considerado una joya
de la historia del jazz, como una cosa excepcional.
—Trabajaron
mucho juntos, hicieron muchas cosas.
—Enrique
y yo (ah, qué bonito que nos estemos acordando de él, por aquí ha
de andar) le dimos la vuelta al mundo con ese dueto, yo recuerdo que
cuando ya sentí que estaba bien asentado el proyecto le comenté
¿sabes qué, Enri?, yo creo que nos vamos hacer una gira por el
mundo y él me dijo déjame arreglar dos o tres cosas. Yo creo que
fueron como un mes y medio o dos meses de preparativos en lo que
arregló sus cosas, sus clases, su vida y yo por mi lado hice lo
pertinente. Le hablé a mis contactos y organizamos una gira,
empezamos por toda la Unión Americana, después nos fuimos a Europa
en un tour muy largo porque hicimos conciertos en toda Europa,
felizmente.
Estuvimos
mucho tiempo fuera del país, recuerdo que el último punto de Europa
fue Frankfurt y de ahí nos fuimos a Cuba, al festival de la Habana,
donde nos recibió maravillosamente mi amigo Chucho Valdés con la
gente de Irakere, me acuerdo que alternamos con Airto Moreira y Flora
Purim, su mujer, alternamos con Chico Freeman.
Son
recuerdos muy bonitos, había mucha gente muy importante en el ámbito
de la música en este festival y el dueto fue un éxito rotundo
porque no se había oído algo así desde que trabajaba Bill Evans
con Jim Hall, lo más cercano que se dio en ese ámbito fue un
trabajo muy bonito, lleno de mérito, de César Camargo Mariano con
Hélio Delmiro. César, buen amigo, hizo ese dueto y sacaron por ahí
un par de discos pero no es un trabajo que cubriera los territorios
que trabajamos Enrique y yo.
Por
otro lado, ese disco tiene un mérito muy hermoso; alquilamos un
piano de cola muy bello (que tardamos en seleccionar) y nos metimos a
un estudio que era de su hermano, el Estudio Do-Re-Mi, era el único
estudio en donde cabía un piano de concierto y el experimento que se
llevó a cabo ahí con éxito fue lo que yo le sugerí a Enrique, le
dije vamos a hacer una sesión como si estuviéramos tocando en vivo,
vamos a grabar el piano y la guitarra con un solo micrófono, no va a
haber truco de que el micrófono para el piano, el micrófono para la
guitarra y acomódale aquí y muévele allá, no, no, vámonos con un
solo micrófono ambiental, y la otra cosa que te propongo es que
grabemos el disco con un aliento vital, con una sola respiración,
vamos a grabar una pieza tras de otra sin parar y me acuerdo que me
dijo ¿estás seguro de que quieres que hagamos esto así?, sí,
estoy seguro completamente, y salió el disco de Perseverancia.
—Cuando
llegaron a esta sesión ¿qué porcentaje estaba arreglado y ensayado
y qué porcentaje dejaban a la improvisación?
—Hay
una cosa muy rara, que les quiero contar, que he tenido con algunos
músicos a lo largo de mi carrera y esos músicos son, curiosamente,
pianistas; es una química espiritual para la música que se dio con
Enrique Nery, con Mario Patrón, con Mario Ruiz Armengol, con Clare
Fischer, con Miguel Salas, con mi hermano Eugenio Toussaint, es una
cuestión en la que no teníamos que hablar y no ensayábamos. Se
daba de una manera casi mágica, Enrique llegaba o llegaba yo (igual
sucedía con Eugenio) y decía compuse algo, vamos a tocarlo y lo
tocábamos sin hablar, sin ensayar, solo respirábamos y ni siquiera
había necesidad de marcarnos.
Con
Enrique, con Eugenio, con don Mario Ruiz se daba esto que les voy a
platicar: los músicos de jazz tocan, generalmente, los standards o
las piezas en el tono original y nosotros no, nosotros llegábamos a
tocar y de pronto Mayito [Mario Ruiz Armengol] o Enrique o yo
empezábamos a tocar un tema pero en otra tonalidad, en la tonalidad,
digamos, de la sensación de la tarde o el frío o cualquier cosa
pero modificábamos la tonalidad en el transcurso de la pieza,
modulábamos las tonalidades sin avisar, simplemente nos movíamos
como se mueven, por ejemplo, las parvadas de la tarde; nos movíamos
así, con naturalidad según estuviera el mood, el humor interno del
alma.
Eso
lo extraño mucho, ahora se está empezando a dar, por fin, con el
bajista del grupo que tengo, es un bajista brasileño que tocaba con
Hermeto Pascoal allá en Brasil, Marcos Milagres. Él ha estado
tocando mucho conmigo, ha estado estudiando y todo eso entonces se
está empezando a dar esa química en la que ya sabe, siente, percibe
en el alma hacia dónde nos vamos y ya no necesitamos hablar, ni
ensayar, ni nada de eso, sólo nos subimos a tocar. También se está
empezando a dar con mi hijo, que es guitarrista y hace poco tiempo lo
acabo de traer a mi agrupación.
Estamos
tocando en un quinteto donde está Marcos Milagres en el contrabajo,
Mario García en la batería, mi hijo Kin (es un nombre que en maya
quiere decir sol y en náhuatl quiere decir eternidad) en una
guitarra, está mi mujer, Paloma Ruiz (por cierto, es hija de Víctor
Ruiz Pazos, Vitillo) que es cantante, canta precioso, no porque sea
mi mujer sino porque lo hace realmente bien.
—¿Cuál
es tu repertorio o preferido?, tú has estado muy cerca de los
boleros, que son como nuestros standards, y de ese tipo de
composiciones
—De
repente hay esa sensación pero yo me muevo hacia varios puntos de la
música, por ejemplo ahora estoy en un punto en el que ya casi están
acabados los arreglos de mi primer trabajo con composiciones
originales para orquesta sinfónica y me muevo, de repente, hacia el
jazz stride o hacia la música brasileña, y el bolero es una de las
formas que a mí me gusta muchísimo, también es porque desde que
empecé a tocar he acompañado a cantantes muy importantes como a
Lena y Lola, don Pedro Vargas, Amparo Montes, Carlos Lico, ese tipo
de gente
—La
gente de la W, ¿te tocó esa época?
—Claro,
yo acompañé a Rosenda Bernal en su primer trabajo profesional y en
su debut en la XEW. También iba yo a la XEW con don Pedro Vargas,
todavía vivía Alvarito, su pianista. Acompañé a José José,
Marco Antonio Muñiz, a todos
—Pero
con tu toque siempre, ¿no?, —pregunta Lucio.
—Es
algo que ellos buscaban al ofrecerme trabajo, querían oír el sonido
de mi guitarra y mi concepto para acompañar, el trabajo más
reciente que hice en este sentido fue la dirección musical de
Eugenia León que también buscaba mi sonido, quería escuchar eso
que hago yo con la guitarra. De ahí el amor por el bolero.
—¿Cuáles
son tus orígenes como guitarrista, como músico?
—Yo
vengo de una familia de músicos, mi tío abuelo fue concertino de la
Orquesta Sinfónica de París, mi padre cantaba y tocaba la armónica,
mi madre cantaba y mis dos hermanos mayores son músicos, el que me
sigue toca la guitarra a nivel virtuoso y el mayor toca el piano, el
bajo y la guitarra y es compositor entonces desde muy niño estuve
rodeado por el ambiente de la música y empecé a tocar la guitarra a
los seis años, mi hermano, el que me sigue, me regaló de cumpleaños
un requinto, estaba yo muy chiquito y la guitarra me quedaba grande
entonces me regaló un requinto y así empecé a estudiar. Me empujó
mucho escuchar a un guitarrista que se llama West Montgomery y a
Charlie Parker, fue lo que me movió para entrar a la música y desde
entonces no ha podido dejar de tocar.
—Si
empezaste con ellos, pues empezaste en el jazz
—Yo
oía boleros porque a mi madre le gustaba eso y por parte de mi padre
oía a las grandes orquestas, jazz y música clásica, es lo que mi
padre ponía pero a mí lo que me llamó poderosamente la atención
fue el jazz.
Me
dediqué a estudiar como enajenado porque me enamoré de la guitarra,
a los 10 años de edad me fui a trabajar profesionalmente a Tijuana y
ahí conocí músicos enormes, gigantes.
Hace
rato le platicaba con uno de los maestros de JazzUV que conocí un
mundo que me da mucho gusto haber vivido, esa manera de ser músico
porque esta manera que hay ahora yo ya no la conozco y no me gusta.
—¿Cómo
era entonces y cómo es ahora?
—La
forma de antes era una forma disciplinada y rigurosa en la que se
veía a la música como algo sagrado, como algo intangible, como algo
sacro y hoy en día los músicos la ven como un negocio, como hacer
tortas o tacos.
—¿Como
hueso?
—No,
no lo ven como hueso, yo he conocido músicos que son hueseros pero
no irreverentes, eran hueseros porque ahí tenían mucho trabajo pero
dentro de eso tenían una actitud de respeto, una dignidad y algo
noble hacia la música, hoy en día no, hoy es algo fuera de lugar,
irreverente, abre uno las alcantarillas en la calle y salen 50
muchachos que dicen que son músicos y por otra alcantarilla salen 85
y por la otra 110 y hay escuelas aquí y escuelas allá y todo el
mundo quiere ser músico. Hay una película de Walt Disney que se
llama Los Aristogatos, ¿se acuerdan?, ahí hay una pieza que dice
"todo el mundo quiere ser un gato jazz", pues ahora es así
porque la Internet le hace sentir y pensar a la gente que todo está
a su alcance, por el otro lado, vas a la Comercial Mexicana o a
Chedraui y venden guitarras con su amplificador a 1000 pesos y el que
la compra siente que ya es músico, pero la música no es eso.
—A
eso iba, mucha gente me dice antes no había la cantidad de
información que hay ahora, que con mucho trabajo conseguían algún
video pirata que ni se veía ni se escuchaba bien.
—No,
no, no, para empezar, yo soy autodidacta porque nadie me quiso dar
clases y nadie me enseñaba porque eran celosos de su conocimiento.
—¿Incluso
tus familiares?
—Nadie.
—¿Ni
tu hermano?, -pregunta Lucio.
—Les
digo que nadie y nadie quiere decir nadie, eran celosos igual que
Dizzy Gillespie que cuando se le acercaban a pedirle clases los
mandaba lejos, les decía ¿tú crees que te voy a enseñar lo que me
ha costado tanto trabajo aprender?, ve a batallar tú y aprende como
puedas.
Ahora
la Internet hace pensar a la gente que puede hacerlo, se lo creen y
sucede el siguiente fenómeno: la gente que tiene restaurantes, la
gente que tiene bares, la gente que tiene el manejo de los teatros lo
que quiere es hacer fortuna y ve en esto una mina de oro, ¿por qué?,
porque los muchachitos, los advenedizos con tal de tocar, pararse en
un escenario, ligarse las muchachas, sentirse que son estrellas van y
trabajan por la cena, se contratan por tres pesos y la gente
lamentablemente no sabe, ve un contrabajo en manos de alguien y le
impone el instrumento porque no sabe distinguir si aquella persona no
tiene afinación, no sabe armonía, no tiene buen tiempo, no tiene
buen sonido, en fin, el chiste es hacer dinero y en ese camino nos
arrastran a todos los que somos profesionales... continúa
Luis Barria
Luis Barria
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