El legado de Zapata y el agravio al café mexicano: entre la memoria y la injusticia
Este 10 de abril se conmemoró un aniversario más del asesinato de Emiliano Zapata, líder histórico de la Revolución Mexicana y símbolo eterno de la lucha campesina.
A 106 años de su muerte, la tierra que defendió con su vida continúa siendo escenario de desigualdad, abuso y olvido institucional. En distintas regiones productoras de café, principalmente en Veracruz, cafeticultores se movilizaron no solo para rendir homenaje al General del Pueblo, sino para denunciar una nueva forma de despojo: un “robo histórico” perpetrado por grandes comercializadoras que, bajo el argumento de aranceles inexistentes, descontaron hasta 9,000 pesos por tonelada de café a los pequeños productores.
Lo que prometía ser una cosecha histórica terminó por convertirse en una muestra más de la vulnerabilidad estructural del campo mexicano. Durante el ciclo cafetalero 2024-2025, el precio internacional del aromático se elevó significativamente, alcanzando los 437 dólares por cada 100 libras. Las causas fueron múltiples: una fuerte sequía en Vietnam —segundo mayor productor mundial de café—, así como la especulación en la Bolsa de Nueva York. Este panorama alentador generó optimismo entre los productores, quienes esperaban por fin una retribución justa por su trabajo.
Sin embargo, ese escenario fue rápidamente desmantelado. Diversas organizaciones del sector, como la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC) y el Consejo Regional del Café de Coatepec, denunciaron públicamente que las comercializadoras aplicaron descuentos anticipados con el pretexto de presuntos aranceles de importación por parte del gobierno estadounidense. Dichas tarifas, según la narrativa empresarial, se aplicarían a productos agrícolas como el café mexicano. Pero la realidad fue otra: los aranceles nunca llegaron a imponerse. Pese a ello, los descuentos permanecieron y los recursos no fueron devueltos. El perjuicio económico para los productores es considerable y, hasta la fecha, no ha habido una respuesta institucional firme que garantice la reparación del daño.
La falta de acción por parte de las autoridades ha generado una profunda indignación. Los cafeticultores han solicitado de manera reiterada la intervención de dependencias clave como la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER), la Secretaría de Bienestar y la SEDARPA en Veracruz. Aunque se han realizado encuentros y se han planteado propuestas de diálogo, no existen avances concretos ni mecanismos claros para la restitución de los recursos retenidos injustamente. Esta situación refuerza la sensación de abandono que desde hace décadas recorre las zonas rurales del país.
Junto a estas denuncias, las y los cafetaleros pusieron sobre la mesa otra batalla fundamental: la defensa del café de sombra. Este sistema de cultivo tradicional no solo es un modelo productivo, sino un eje de conservación ambiental. Bajo sombra, el café se cultiva de forma agroecológica, en equilibrio con árboles nativos, lo que permite la protección de los suelos, la regulación hídrica, la conservación de especies y la mitigación del cambio climático. Frente al avance de los monocultivos, la deforestación y el uso indiscriminado de agroquímicos, el café de sombra representa una trinchera de resistencia ambiental y cultural.
La situación actual de la cafeticultura mexicana no puede entenderse de forma aislada. Se trata de un reflejo de un modelo económico que beneficia a unos cuantos y margina a quienes producen la riqueza desde la base. Más de 550,000 familias mexicanas dependen del café, no solo como actividad económica, sino como forma de vida, herencia cultural y vínculo con la tierra. A este panorama se suma una creciente preocupación por las fumigaciones aéreas sobre cultivos de caña, cuyas consecuencias afectan directamente a la biodiversidad local, a la salud de las comunidades y a la seguridad alimentaria regional.
En este contexto, las organizaciones cafetaleras no solo han lanzado un llamado a la justicia económica, sino también a la organización colectiva. Han propuesto la creación de comités de defensa de la cafeticultura a nivel nacional, con el fin de construir una estrategia unificada que proteja a los pequeños productores, promueva el comercio justo y reivindique la soberanía agroalimentaria.
La pregunta, entonces, es inevitable: ¿quién gana realmente con cada taza de café que consumimos? ¿Sabemos de dónde viene, quién lo cultiva, cuánto recibe y qué riesgos enfrenta para llevarlo hasta nuestras mesas? La historia detrás del café mexicano es también la historia de un país que, aún hoy, no ha saldado su deuda con el campo.
Recordar a Zapata implica mucho más que pronunciar su nombre en cada aniversario. Implica mirar de frente las injusticias que persisten, acompañar las luchas actuales y exigir que las instituciones actúen con responsabilidad y compromiso. Porque, como bien dijeron los cafetaleros en su mitin conmemorativo: “Zapata vive, mientras el campo resiste”.
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